La geometría de la innovación
Marcelo Lasagna @mlasagna
Hace unos días, en el evento final del InnoLab 2022 del Instituto Andaluz de Administración Pública (IAAP), realice una reflexión a voz alzada sobre los aprendizajes que este proceso de innovación había dejado para los 24 participantes – innovador@s de la Junta de Andalucía-, que compartieron 5 meses de arduo y estimulante trabajo. Utilicé la metáfora de las formas, inspirándome en el extraordinario libro de Jorge Wagensberg “La Rebelión de la Formas”, en el que magistralmente nos deleita con la función que cada forma tiene en el mundo inerte, vivo y culto.
Cada geometría tiene una función, un sentido, aunque la naturaleza obra por ensayo y error, más que por diseñar propósitos. La materia culta, nosotros los humanos, sí que lo hacemos. Le damos un sentido a nuestras acciones. O, a veces, un sin sentido. Las organizaciones, creaturas a las que insuflamos vida mediante la fijación de objetivos y acciones conjuntas, tienen un propósito, le otorgamos una finalidad. Cada organización es hija de una trayectoria evolutiva cultural que comporta un ethos para sus miembros. Todas, en consecuencia, tienen su geometría, una topología que las identifica. Una forma que las define y las condiciona. Esa morfogénesis determina su quehacer, el cómo se hacen las cosas, cómo se trabaja, cómo se relacionan las personas, cómo fluye la información, y un largo etcétera que lo permea todo. La forma, en consecuencia, no es solo estética. Es determinante en todo aquello que la organización hace. En los resultados que consigue y en los impactos que esos resultados generan.
La innovación, en esta historia de las formas, es aquella metodología que nos permite asegurarnos seguir vigentes, calibrando -siempre- la oferta con las dinámicas cambiantes de la demanda. Es la manera en la que ser adaptativos y perseverar “cuando la incertidumbre aprieta” (JW). Por tanto, habrá formas organizacionales que cultivan mejor que otras la innovación. Sin duda, la forma importa. ¿Pero?. Este pero es importante en el peso que la innovación pueda tener para las organizaciones. No toda forma es válida para impulsar la innovación. Hay unas que la aceleran. La hacen reverberar. Otras que no acaban de hacerla crecer. La achatan. Hay geometrías organizacionales que propician la innovación. Otras que la languidecen. La forma importa.
Aquí os comparto un brevísimo e inacabado catálogo sobre papel que las formas (en la organización) pueden tener para la innovación.
La esfera. Es la más básica de las geometrías. Se da en espacio isotrópicos. Donde todo es igual. Es la forma que protege. Estar en ella evita el riesgo, ciertamente. Pero no se innova o se hace muy débilmente. Para hacerlo hay que abandonar la esfera. Los equipos que se quedan complacientes en su esfera no llegan a innovar. Mirarse el ombligo es una actividad contraria el espíritu innovador. Hay que cruzar la puerta. Explorar. Verbo mántrico de la innovación. Las organizaciones esféricas, que se cierran a su ecosistema, pierden oportunidades de innovación y poco a poco van quedando obsoletas. La esfera ayuda, protege, pero en entornos dinámicos, hay que usarla en dosis muy reducidas. ¿Hay esferas de las que se te hace difícil sustraerte?
El hexágono. Para abandonar la esfera necesitamos hacer camino. El hexágono pavimenta. La innovación es sobre todo exploración. No hay grandes saltos. Se produce paso a paso. Incrementalmente, Para eso has de hacer camino. Ese derrotero traza un mapa que lleva hacia un futuro borroso, el posible adyacente de Kauffman. Sin hexágonos nos quedamos en espacios demasiado líquidos, necesitamos cierta solidez, que da certidumbre en las arenas movedizas de la exploración. Las organizaciones que quieran innovar han de pavimentar sus conexiones con su entorno. Y, ojo!!, también al interior de ella misma. Entre sus unidades, departamentos, equipos, etc. ¿Cuántas conexiones existen dentro de tu organización?
La onda. Para establecer estas conexiones con el ecosistema y sus agentes necesitamos comunicar. La onda, como patrón geométrico, vincula, conecta, comunica. Las organizaciones innovadoras promueven la colaboración y la co-creación. Generan ecosistemas en torno a desafíos y problemáticas comunes. Stiglitz plantea que la principal ventaja competitiva de los países es funcionar como ecosistemas. Los flujos de comunicación y de gestión del conocimiento son dos vectores clave de una organización dispuesta a innovar con otros, especialmente clientes/usuari@s. Lo demás, son cantos de sirena. ¿Cuánto conoces realmente a tu ecosistema externo?
La hélice. Para innovar hemos de asumir riesgos. Sin ellos la innovación es una historia sin final feliz. Necesitamos concretizar. Hacerlo supone asumir fracasos. La hélice nos permite caer sin peso muerto. La hélice agarra, permite descender helicoidalmente, con el suave mecer de la hélice desplegada. Agarra e híbrida, como en un bosque las hiedras que se entrecruzan en torno a un árbol. Crear una cultura propicia al ensayo y error es el colchón del fracaso y el riesgo. Aquí la innovación es un arte más parecido al malabarismo que a una disciplina lineal y previsible. ¿Cuán aceptada está el error y el fracaso en tu organización?
El ángulo. Si la anterior geometría suscita la divergencia, el ángulo orienta hacia convergencia. El ángulo penetra. La innovación sin resultados es solo creatividad. Y solo creatividad no produce resultados, si mucha satisfacción. Hemos de concretizar. Materializar. Este patrón geométrico nos invita a dar forma material a aquello que queremos innovar, provocando resultados que crean valor para l@s potenciales usuari@s/clientes/beneficiari@s. Una cultura de la experimentación a través de prototipos nos allana este camino hacia la concreción. ¿Cuántos resultados de verdad ha producido la innovación en tu organización?
La espiral. Empaqueta. Toda organización aspira a crecer. Este crecimiento no es infinito ni lineal. Es espiral. Ello supone aprendizaje. Hemos de aprender del fracaso, del error y de todo aquello que hacemos y dejamos de hacer. La forma espiral nos prepara para una buena gestión de la experiencia. Es retroprogresiva. Avanzamos mirando hacia atrás. No cualquier innovación es válida en tiempos de grandes desafíos globales. Solo aquellas que resuenen con estos desafíos serán valorizadas por la ciudadanía. La espiral resuena. Esta geometría propicia la escucha del entorno. La retroalimentación como práctica de aprendizaje continuo. Cada acción que hacemos produce una reacción, de la que debemos estar atentos. La ecología de la acción, como le llama Edgar Morin. El movimiento espiral es evolutivo y se basa en ir generando aprendizajes desde la experiencia. ¿Qué mecanismos para el aprendizaje existen en tu organización?
Los fractales. Colonizan. Las innovaciones requieren de contagio. Como un virus. Ha de crecer y expandirse hacia otros entornos organizacionales o ecosistémicos. Debe escalar, como comúnmente se conoce en la jerga de la innovación. Tal como lo hacen los fractales. Patrones de autosimilitud que se reproducen en diferentes entornos. Escalar la innovación exige sistematizar, explorar e implementar. Empaquetamos la experiencia. Exploramos donde replicarla. Buscamos aliados. E implementamos, prestando atención a las singularidades culturales de cada lugar de acogida. La innovación es idiosincrática. ¿Cuántas innovaciones que conoces en tu organización han sido replicadas en otros entornos?
Elegir una forma (morfología) no es una tarea inocua para las organizaciones que quieran hacer de la innovación la manera de estar en el mundo. Para prosperar y co-evolucionar con sus ecosistemas las organizaciones deben dotarse de aquellas geometrías que catalicen la creación de valor sostenida, la adaptabilidad y la innovación. De no hacerlo, lo que les espera, es la irrelevancia y un pausado decaer hacia la convexidad de la obsolescencia.